Una reflexión absurda...
Una vez que la moza lo hubo dejado en la mesa, miré dentro del café e imaginé el cafeto del que provenían los granos que dieron lugar a mi recuelo. Imagine al coffea arabica hundido en la soledad de las extensas plantaciones en Colombia. Lo que hoy era un café fue hace un tiempo el fruto rojo que pendía de un arbusto a miles de kilómetros de la taza en la que ahora se confinaba. Pensé en cuanto había cambiado y me sentí identificado. A mi y a la humanidad. Vi atrapada en la taza una pequeña parte de todos nosotros. Esa pequeña humanidad que todo café lleva dentro. O ese pequeño café que todos llevamos dentro.
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